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Ahora o Nunca

16 de noviembre de 2020


Miguel Farías, académico del Instituto de Música, reflexiona sobre el valor poco prioritario de la cultura para el Estado, a partir de los dichos de la ministra Consuelo Valdés.

Chile se prepara para escribir una nueva constitución. Las razones que gatillaron esto fueron principalmente relacionadas con la injusticia, y el malestar que esta provoca. Salud, educación, pensiones, situación económica, vivienda, etc. ¿Pero es la cultura parte de esta red de puntos de tensión y malestar?

Escuchamos frecuentemente que la cultura es un velo que cubre la sociedad, o incluso que la sostiene. Que el arte es el bálsamo que mejora nuestras vidas e incluso que ayuda a soportar las crisis y los periodos complejos para el ser humano, que es una estrategia y herramienta de sanación para la humanidad. Todo eso probablemente es cierto. Artistas o no artistas vivimos a diario las distintas expresiones de la cultura y el arte: desde una comida hasta una experiencia de arte contemporáneo, pasando por música y lecturas que nos encontramos a diario. No importa el oficio, actividad o profesión que ejerzamos -o no-, siempre queremos terminar las tareas para poder oír música, ver televisión, leer algo, entre otras cosas. Pareciera que todos vivimos por tener más y mejores momentos de apreciación de lo artístico, en todos sus niveles.

Chile, con la escritura de una nueva constitución, se suma a un panorama internacional en el que pareciera proyectarse un proceso de sanación social. Así lo vimos en los primeros discursos de los recién electos presidente y vicepresidenta estadounidenses. También en el mensaje de la re-electa primera ministra neozelandesa Jacinda Ardern, que llama a mantener siempre la amabilidad en lo social, o, sin ir tan lejos, en el discurso conciliador del recién electo Luis Arce en Bolivia.

¿Será el momento en que la cultura hará gala de su función social?, esa función sanadora de la que los estados, las instituciones, e incluso muchas veces los artistas hacemos gala.

La respuesta a esta interrogante parece ir en otra dirección. Las orquestas y teatros más importantes del mundo van uno a uno anunciando cancelaciones de temporadas. Artistas de todas las trayectorias van cancelando sus actividades sin tener algún indicio de estados que protejan la actividad que, supuestamente, sostiene la sociedad. Sin ir más lejos, en Chile hay reducciones de presupuesto para los entes más importantes del mundo artístico, y como extra, la Ministra de Cultura regaló una frase llena de infortunio: “Un peso que se asigna a Cultura, se deja de colocar en otro programa o necesidad”. Parece que la cultura pasa a un segundo plano sin dudas.

La frase de la Ministra Valdés ya ha sido más que cuestionada en forma y fondo por lo que no vale la pena insistir en eso, pero sí en el fondo que hay tras la idea de que la cultura no es urgente. Y sí, es posible que la cultura no sea urgente como lo es salvar vidas y alimentar familias. La cultura no atraviesa crisis de vida o muerte a nivel social, y quizás este ha sido un problema: la cultura siempre está en el muro del fondo. Siempre hace falta, pero nunca es necesaria. La actividad artística, salvo excepciones internacionales, ocurre y existe siempre en una especie de emergencia tibia, y esto, en Chile al menos, está tocando fondo.

Tiene que ser ahora. En la nueva constitución chilena, debe nombrarse a la cultura y al arte. Debe ser parte del nuevo soporte y estructura social. Los artistas debemos ponernos en la posición de urgencia. Es hoy o no ocurrirá, que la cultura ocupe un espacio importante en nuestras vidas desde nuestra carta magna hasta nuestras actividades del diario vivir. Parece ser ahora el momento para decidirlo, y está en nuestras manos hacer que esto sea visible. Que en el futuro cada peso que se destine a la cultura, sea bien utilizado. Sea un peso que nos una, nos sane y nos proteja. ¿Lo demás es música? No, que lo demás sea música, para que vivamos mejor. Ahora o nunca.

Columna publicada originalmente en periódico n°128 de Arte Al Límite

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