25 de enero de 2021
—Lo primero que tuve que hacer fue cambiar el enfoque naif del ingeniero a una mirada mucha más amplia, que tiene en cuenta el momento, la presencia y lo que saben los cuerpos —dice el estudiante Andrés Aparicio, sobre su proceso de investigación en torno a las personas con discapacidad y las posibilidades de comunicación de sus cuerpos en el teatro.
Aparicio –ingeniero informático que está finalizando su investigación en el Doctorado en Artes, mención en Estudios y Prácticas Teatrales– trabaja desde hace años con tecnologías de apoyo para personas con discapacidad y desde el 2009, luego de conocer a Alberto Vega, ex director de la Escuela de Teatro UC quien tuvo un accidente que dejó su cuerpo inmovilizado, comenzó a cambiar el enfoque más tecnológico de sus investigaciones.
—A raíz de haberlo conocido y desarrollar con él herramientas para comunicarse a través de su movimiento ocular, me quedó dando vueltas el tema de qué pasaba con él como actor, dramaturgo y director. Y terminé en el Postgrado en Artes, donde pasé de investigar originalmente el tema de discapacidad y tecnología, focalizado en los trastornos de movilidad, a enfocarme en las posibilidades creativas de la inmovilidad en el teatro y en cómo hacer el teatro tradicional más inclusivo con los cuerpos diferentes.
«Estoy pensando en tecnologías para trabajar con personas, más allá de la idea de un usuario digital. Y en cómo esas herramientas tecnológicas pueden ser aplicadas en el proceso de cuidado»
Gracias a este proceso de aprendizaje comprendió que las personas con discapacidad, además de ser tratadas como sujetos de pleno derecho, deben tener espacios para participar en su calidad de expertos por experiencia como co-investigadores de proyectos de investigación. Con miras a abrir estos espacios, se unió a un diverso grupo de profesionales (Claudia Miranda, Marcela Tenorio, Paulina Arango, Alejandra Araya, Vanessa Vega y María Beatriz Fernández), con las que se acaba de adjudicar un Instituto Milenio en Ciencias Sociales para la Investigación del Cuidado (Millennium Institute for Caregiving Research, MICARE).
Este proyecto de investigación, albergado en la Universidad Andrés Bello, la Universidad de los Andes y la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, con participación de investigadores de la UC, tiene por objetivo generar conocimiento científico sobre el cuidado y acompañamiento formal e informal de adultos mayores y personas con discapacidad intelectual y del desarrollo. En este contexto, Aparicio se pregunta: “¿Cómo puede la tecnología, en un sentido amplio, apoyar estos procesos de cuidado?”.
«En mi mundo ideal el objetivo es que en cinco años tengamos al menos un prototipo que esté siendo probado»
—¿A qué te refieres con la tecnología en un sentido amplio?
—En las intervenciones psicosociales normalmente se piensa en una tecnología súper angosta, como la digital, que ya es dependiente de la electricidad, y además se piensa que es solo cuestión de entregar e irse. Como esas intervenciones para dar computadores en los colegios, que finalmente terminan en una bodega porque nadie les explicó las posibilidades ni se sentó a escuchar a las personas para ver cómo usar esta herramienta en ese contexto. Estoy pensando en tecnologías para trabajar con personas, más allá de la idea de un usuario digital. Y en cómo esas herramientas tecnológicas pueden ser aplicadas en el proceso de cuidado, tanto para apoyar a la persona que es acompañada, como la que acompaña.
—¿Cómo se relaciona este proyecto Milenio con tus estudios del Doctorado en Prácticas y Estudios Teatrales?
—Me he apoyado en que los métodos de investigación del arte tienen ámbitos de aplicación que son muchos más amplios que la creación artística como tal. Una de las ventajas de mi formación de ingeniero, y mis estudios en el Postgrado en Artes, es que puedo moverme entre diferentes contextos, tal vez no con toda la profundidad de un experto en un área súper específica, pero con la capacidad de decir aquí no funciona este método, así que probemos este que es de otra disciplina. Como en este caso del Milenio, de construir con las metodologías del teatro una suerte de narrativa de qué es lo que cree y espera la gente sobre el cuidado, y luego, con toda esa información, sentarnos con los co-investigadores a probar qué cosas efectivamente podrían ser una herramienta tecnológica. En mi mundo ideal el objetivo es que en cinco años tengamos al menos un prototipo que esté siendo probado.
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