Liza Chung: una vida sentada frente al piano

27 de mayo de 2022


La destacada intérprete hace un repaso por su formación musical en Chile, Suiza y Estados Unidos. Un camino lleno de premios, presentaciones en importantes escenarios y también dudas, las que fueron despejadas con el ejercicio de la docencia, labor que desempeña en la Facultad de Artes desde 2006 formando a las y los músicos del futuro.

photo_camera Liza Chung, pianista y académica de Música UC. Gonzalo Beltrán ©.

—Como me llaman todos no es mi nombre oficial. Ese nombre no existe en ninguno de los papeles del Registro Civil —dice Hee-Sun Chung Lee (Seúl, 1974), unos segundos después de sentarse en la banqueta de un piano en el tercer Auditorio de interpretación musical, donde hace sus clases en Música UC.

Antes de cumplir cinco años, Hee-Sun llegó a Santiago con su familia desde Corea del Sur. "Ahora hay más apertura hacia la cultura coreana, se conoce el k-pop, el k-drama y la comida. Pero en esos años todo era más lejano y había mucho desconocimiento", recuerda de esos primeros momentos en el país. Por esa misma razón fue que su padre, para que las relaciones del día a día le fueran más fáciles, cuando tuvo que matricularla en kinder, en el cuadrado donde había que poner el nombre de la estudiante, escribió: Liza Chung.

—Mi nombre me encanta, pero por temas legales es todo un lío cambiarlo. Entonces desde hace mucho tiempo decidí dejarlo así y que quede como nombre artístico, a pesar que lo tengo antes de tocar el piano —aclara la intérprete sobre ese nombre que ha estado escrito en distintas carteleras, como la del Steinway Hall en Nueva York, el Teatro Colón de Buenos Aires, el Teatro Municipal de Santiago y el Teatro Baquedano (U. de Chile), entre otros espacios donde se ha presentado durante más de 30 años de carrera.

Los primeros acercamientos al piano

Si bien llegó a Chile a fines de los 70', luego de un tiempo tuvo que volver por un año al país asiático. De ese periodo son sus primeros recuerdos con el piano, pero, curiosamente, son imágenes que no tienen sonidos. "En mi colegio en Corea nos enseñaban música con un teclado de cartón. En la clase uno abría el cartoncito, que era cortito, como de tres octavas, y ahí uno movía los dedos. Entonces sabía donde estaban las notas, leer música y esas cosas", rememora.  

De regreso en Santiago. Al volver a instalarse con sus padres y su hermano menor, una tarde de otoño de 1983 fue a la casa de unos amigos de su familia y se encontró con una persona tocando el piano. Al ver a una joven más grande que ella sentada frente al majestuoso instrumento, algo le llamó la atención en esa escena y, una vez terminada aquella visita, en el camino a casa, pidió que la inscribieran en la Escuela Moderna de Música.

"Había obras que me llamaban la atención y las estudiaba con muchas ganas. Como la Sonatina de Beethoven en Sol mayor, que tiene un compás en particular, con una armonía específica, que me encantó. Así que la aprendí en una sentada solo porque me gustaba", dice Liza Chung

—Avancé muy rápido porque me gustaba mucho —cuenta sobre esos primeros días de estudio. Durante el primer semestre hizo el repertorio de todo un año de un sistema curricular muy organizado, creado por Elena Waiss para jóvenes músicos y que es muy parecido al que tiene en la actualidad el Ciclo elemental de Música UC. Y Liza continuó con ese ritmo, así que en los dos años siguientes cursó cuatro años académicos. "Había obras que me llamaban la atención y las estudiaba con muchas ganas. Como la Sonatina de Beethoven en Sol mayor, que tiene un compás en particular, con una armonía específica, que me encantó. Así que la aprendí en una sentada solo porque me gustaba", relata la pianista.

Concursos, premios y viajes

En su casa, si bien su madre escuchaba música clásica regularmente, en su familia no había historias de antepasados músicos. "Los coreanos somos milenarios y los Chung es una familia bastante prominente, de nobleza y qué sé yo, y los músicos no estaban dentro del rango de los nobles. Entonces la música era vista más como una entretención", señala. Pero lejos de tomarlo como un pasatiempo entretenido y motivada por su profesora de entonces, que veía con entusiasmo su dedicación desde los primeros meses, participó en la primera edición del Concurso Internacional Claudio Arrau, que se realizó en 1983 en el Teatro Municipal de Santiago. En el Primer Nivel para niños y niñas, obtuvo el segundo premio.

Liza Chung se ha presentado en diversos escenarios en sus más de 30 años de carrera, como el Steinway Hall, el Teatro Colón, el Teatro Municipal de Santiago y el Teatro Baquedano, entre otros espacios. Valeria Zalaquett ©.

—Así que en los primeros meses ya estuve ahí —cuenta con una sonrisa sobre su primera experiencia en ese escenario para la premiación, en el que se ha presentado en varias ocasiones a lo largo de su carrera. El premio, en específico, consistía en 200 dólares que "hasta el día de hoy tengo guardados. Exactamente los mismos billetes en el sobrecito que venía", confidencia, como si fuera una especie de amuleto.

Relacionado o no, a los 13 años obtuvo el primer lugar en el Tercer Nivel de este concurso. Luego, en 1988, no se podía presentar en la competencia porque el Cuarto Nivel admitía a jóvenes desde los 16 años en adelante. Y Liza, que solo tenía 14, no podía participar en ese rango etario y tampoco volver al que le correspondía porque ya lo había ganado. "Al parecer mi profesora pidió a la organización que me permitieran participar. Así que me presenté y gané. Y ahí ya eran premios importantes, había una beca para un curso en Santander, España, y una serie de conciertos, entre ellos, en las Semanas Musicales de Frutillar", opina.

Luego hubo más premios y también viajes, pero no todo iba en esa dirección, sino que también hubo un tiempo durante la adolescencia que Chung califica de rebeldía, en que también le gustaba otra música, como Sting, Bon Jovi y Rod Stewart, a quienes fue a ver en su primeros conciertos en Chile. "Era una época en que no estaba estudiando mucho y mis padres me aconsejaron muy bien", confiesa.

Estudios en Suiza y Estados Unidos

"Apenas terminé el colegio me fui a Suiza, entonces, de no tener tanta vida musical pasé a tener exclusivamente una vida musical. Eso fue un lindo cambio porque en los concursos en Chile, a pesar de la competitividad que había, yo aprovechaba esas instancias para conocer a otros pianistas", cuenta la intérprete

Segura que su futuro estaba sentada frente al piano, Liza no rindió la Prueba de Aptitud Académica para ingresar a las universidades en Chile y partió a Europa en 1992 a estudiar con Edith Fischer, que en la década del 50 había sido alumna de Claudio Arrau. "Apenas terminé el colegio me fui a Suiza, entonces, de no tener tanta vida musical pasé a tener exclusivamente una vida musical. Eso fue un lindo cambio porque en los concursos en Chile, a pesar de la competitividad que había, yo aprovechaba esas instancias para conocer a otros pianistas", afirma.

Pero al ingresar en este ambiente, rodeada de gente que se dedicaba profesionalmente a la música, Chung confirmó la crítica que le hacía su madre. "Ella siempre me decía: tú que estudias piano y nunca escuchas la radio clásica", dice impostando la voz en modo de reto. Así que para ampliar su cultura musical se dedicaba a escuchar, diariamente, la radio clásica de Suiza. Cuenta que los repertorios que escuchaba eran todos de gran nivel, pero que un día la cosa fue más allá. "Estaba terminando de almorzar cuando empezó el concierto de Brahms para violín y orquesta, interpretado por Nathan Milstein. De a poquito me llamaba la atención y mientras comencé a lavar la loza llegó el segundo tema y morí. Me quedé parada con el agua corriendo y con las manos mojadas en el lavaplatos, escuchando", relata emocionada.

Hasta ahí, su carrera como pianista avanzaba linealmente, sin problemas. Pero luego vino un cambio brusco, cuando viajó a Estados Unidos a cursar estudios de postgrado en interpretación musical, primero en la Universidad de Indiana y luego en la Universidad de Yale. Ya con 25 años, Liza comenzó a cuestionar su futuro.

 

—Nunca dudé de la música, pero sí del campo laboral. De qué espacio había para uno como solista porque, si bien tuve la suerte de ser admitida y estudiar con los grandes maestros que existían en ese entonces, esta carrera tiene ciertas similitudes con un deporte de alto rendimiento en que hay mucha competencia. Además, se junta con el hecho que nadie de mi familia es músico y les costaba entender este quehacer tan específico y especial. Porque yo iba cumpliendo años y mis amistades en Chile ya estaban trabajando en sus respectivas carreras, mientras tanto veían que yo seguía en lo mismo que llevaba hace décadas. En esta encrucijada laboral y vocacional surge la curiosidad de probar otros rumbos y es así que, en una conversación íntima junto al gran chelista János Starker, aparece la posibilidad de trabajar en su management Colbert Artists Management (agencia de representación de reconocidos músicos clásicos) en Nueva York. Allí trabajé durante un año.

—¿Continuó tocando música o hubo un silencio en su carrera?

No hubo un silencio porque tenía conciertos programados de antemano. Pero sí fui a Nueva York con la idea de un cambio de rumbo y que esa iba a ser mi nueva vida, siempre vinculada a la música clásica, obviamente. Y así conocí a grandes músicos que eran artistas representados por ese management y tuve conciertos con algunos de ellos posteriormente. Es que estando ahí me di cuenta que no podía dejar de tocar.

—¿Extrañaba el contacto con el público?

Sí. Desde chica mis papás me decían que tenía algo con el escenario. Si bien me pongo nerviosa y sufro igual que todo el mundo, hay algo que me atrae de pararme en el escenario. Bueno, en mi caso sentarme en el escenario, jaja. Me gusta poder transmitir lo que yo he entendido por el trabajo de las obras. Me gusta esa comunicación con el público.

Clases de interpretación musical en la UC

Junto al disfrute de compartir con los públicos la interpretación de obras de diversos estilos, tanto de música tradicional de la época clásica, romántica, moderna, como también de música contemporánea, comenzó a transitar por el camino de la docencia. 

—El trabajo que hago es enseñarles a ver la música no solo por el lado artístico/técnico, que es lo primordial, sino que también me gusta entregarles la visión profesional. Eso quiere decir todo el aspecto de la disciplina, del día a día del oficio de un intérprete, de un artista. Por ahí he intentado inculcar mi docencia —detalla la académica, que hace clases de interpretación musical en Música UC desde el año 2006.

—Con su experiencia en distintos países ¿Cómo evalúa el nivel de las y los estudiantes en Chile?

Al ver a los jóvenes músicos, no solamente pianistas, he encontrado más talento acá que en cualquier otra parte del mundo. Talento bruto, digamos. Lo que falta es el aspecto de la disciplina y mentalidad que se requieren para ser un intérprete de gran nivel, ya que en esos aspectos sí estamos al debe. Pero talento per se hay mucho. Ahora, uno que lleva décadas haciendo esto, sabe que solo con talento no se puede. Entonces ese es un poco el trabajo que uno hace acá en la universidad.

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